Soy la piedra en el zapato del destino,la molesta risa fresca entre los muertos.Soy ésa.de La dimensión de los cuerpos (1992)
I
¿Quién es Margarita Vázquez
Díaz? Ésa.
Esa mujer. Esa poeta. Esa
escritora. Esa antologadora. Esa promotora cultural. Esa coordinadora de talleres
literarios. Esa activista de la formación artística dirigida al sector
infantil. Esa investigadora de la cultura popular en general y de la contracultura
juvenil urbana en particular. Esa orgullosa madre de tres hijas y un hijo. Esa
orgullosa abuela de dos nietas y dos nietos.
Esa que nace en la Ciudad de
México en el año 1954, y treinta años después se traslada a Morelia para
iniciar su dilatado y fecundo camino como mujer de letras. Esa que arranca su
formación literaria en el taller “La Cúpula”, coordinado por el maestro Tomás
Rico Cano, participando durante los siguientes años en varios otros, entre los
cuales destacan aquellos impartidos por Daniel González Dueñas, María Luisa
Puga, Oscar Oliva, Frida Lara Klahr y Efraín Bartolomé. Esa que durante tres
décadas se desempeñó como investigadora en la delegación Michoacán de la
Dirección Nacional de Culturas Populares, y hasta la actualidad continúa
coordinando el taller de creación literaria de la Casa de la Cultura de
Morelia.
Esa que ha publicado los
siguientes poemarios individuales: Asómate
a mi ventana (Colectivo Artístico Morelia, 1990), La dimensión de los cuerpos (Jitanjáfora, 1992), Entrega para hombres de sal (Ed. de
autor, 2004), La imagen en el agua (Secretaría
de Cultura de Michoacán, 2005) y De cara
al caracol (Jitanjáfora, 2010); volúmenes a los que hay que añadir la
autobiografía Margarita (Instituto
Michoacano de Cultura, 2004), así como los libros de investigación Grafiteros de Morelia y Nuevas identidades en la ciudad de Morelia:
las jóvenes en la contracultura (Unidad Regional Michoacán de Culturas Populares,
2003 y 2006). Esa que además ha sido incluida en las antologías Continuación del canto (Instituto
Michoacano de Cultura, 1990), Los nombres
y las letras (Jitanjáfora, 2007), Olvidados
y excéntricos (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2008), La generación del desencanto (Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, 2009), La República en la voz de
sus poetas (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2012), Breve antología de poesía erótica latinoamericana (Universidad
Autónoma de Nuevo León, 2014) y El brillo
de la hierba húmeda (Ediciones Moneda, Chile, 2020).
Esa que ha sido coordinadora,
antologadora o responsable en la hoja poética Uandáricha (1987-1988), la revista de creación literaria infantil Arbozontle (1989-2007), la sección
infantil Vámonos volando del periódico
“Buen Día” (1994), el cartel de poesía Palabreando
(1995-1996), la revista y las plaquettes del taller de creación literaria De cara al caracol (2011-2012), el libro
de creación literaria penitenciaria Alicia
en el exilio (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2008) y la versión
Michoacán de la antología El brillo de la
hierba húmeda (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2011, 2ª ed 2015).
Esa que, entre otros, ha
publicado en los siguientes periódicos, revistas, suplementos y sitios web: El sol de Morelia, Buen Día, Cambio de Michoacán, El cocodrilo poeta, Fragmentario, Jitanjáfora,
Piel de tierra, Diturna, Aquí, Zona franca y Revolución 3.0. Esa que ha participado en decenas de festivales,
ferias y encuentros literarios, artísticos, culturales y educativos, como el XV Festival de Poesía de La Habana Cuba,
la Feria Internacional del Libro del
Palacio de Minería, el VII Encuentro
de Poetas del Mundo Latino, el encuentro Mujeres Poetas en el País de las Nubes en Huajuapan de León Oaxaca,
el Tercer Encuentro Iberoamericano de
Creación Literaria, el 2º Encuentro
Nacional de Mujeres Poetas en el Valle de Tangamanga y el Encuentro Nacional Cervantes de Poesía,
Esa a quien el Seminario Permanente de Escritores Michoacanos le consagró en 2009 su sesión 23 y su correspondiente epítome. Esa a quien este año se ha homenajeado dentro del marco del 7º Encuentro Nacional de Poetas Jóvenes, Morelia 2023.
II
Acaso hasta hoy la única glosa
crítica en torno a la poesía de Margarita Vázquez Díaz sea el breve prólogo de
Frida Lara Klahr a La imagen en el agua,
volumen publicado en 2005 por la Secretaría de Cultura de Michoacán, y único
poemario de la autora con existencia editorial propiamente dicha a través de un
ISBN. Viejos, endémicos problemas estos: los de las penurias para publicar
poesía, los del desértico silencio reflexivo en torno a las travesías de
nuestras y nuestros poetas, sin importar cuánta admiración y afecto afirmemos
tenerles.
El primer libro de poemas de
Margarita, Entrega para hombres de sal,
languideció durante cosa de quince años en los estantes del departamento de
literatura del entonces Instituto Michoacano de Cultura, acumulando dictámenes
favorables de sucesivos consejos editoriales, pero siempre desdeñosamente
marginado en las efímeras colecciones de cada nueva administración; conformado
por poemas escritos entre 1985 y 1988, tuvo que ser impreso de manera doméstica
por una de sus hijas hasta el año 2004. De
cara al caracol, medular compendio antológico para cualquier persona
interesada en dimensionar con una panorámica general la producción lírica de
Margarita, fue publicado en 2010 dentro de las ediciones Jitanjáfora de José Mendoza Lara; sin embargo, los textos más
recientes que incluye corresponden al año 2001, de suerte tal que podemos decir
que las últimas dos décadas de producción lírica de nuestra poeta se hallan
hasta hoy enteramente inéditas, aun cuando se trate de un personaje reconocido,
apreciado y querido dentro del medio literario y cultural michoacano; aun
cuando a lo largo de esos mismos veinte años no haya por su parte cejado nunca
en la divulgación del trabajo de otros como antologadora, tallerista, investigadora,
organizadora, editora y amiga.
Por lógicas razones de formato
y extensión, el comentario introductorio de Frida Lara Klahr a La imagen en el agua resulta conciso,
frugal, escueto. No obstante, es de agradecer que la prologuista haya
aprovechado la brevedad del espacio disponible para consagrarse no a los
habituales elogios de circunstancias cuando de presentar la obra de alguien se
trata, sino a aventurar el apunte de algunos útiles nortes críticos, propicios
a dimensionar la identidad poética en cuestión. Confesándose incapaz de
encuadrar los poemas de Margarita dentro de los marcos de alguna corriente
preexistente, Frida procede a situarlos empleando la noción de originalidad en
dos sentidos complementarios. Primero, aquello que en la palabra original
remite materialmente a lo originario: “el poema surge del otro (el mundo) con
el otro”[1].
Segundo, aquello que en la palabra original remite verbalmente a inédito:
“nombrar el origen de una manera distinta”[2].
Partiendo de ahí, Frida consigna el modo en que Margarita…
…hace
eterno su presente; esa tarde, esa u otra sensación, aquella visión, las hace
únicas por el milagro de la palabra, porque su realidad es nombrada de
diferente manera, nombrada “por primera vez”.[3]
Aun cuando sus bases iniciales
dentro del oficio las haya adquirido Margarita en el entorno formativo de Tomás
Rico Cano, el taller “La Cúpula” y el grupo Uandáricha,
la depuración de su voz poética, la maduración de su peculiar, intransferible
modo de mirar y decir, comienza a cristalizar más bien bajo el magisterio de
Gaspar Aguilera Díaz. Margarita engrosa el catálogo de poetas que hallaron
identidad y tesitura propias a partir de la manifiesta influencia de Gaspar;
una influencia derivada menos de talleres y asesorías recibidos, que de la
directa exploración de su universo lírico a través de la lectura. Entre las
múltiples huellas que Gaspar legó para Michoacán y Morelia, la más
significativa es sin duda aquella generada por la íntima, genuina resonancia
que sus versos hallaron en la escritura de otros.
No todos los rasgos distintivos de la poética
gaspariana arraigaron eco en Margarita. Los juegos de mimetismo intertextual
con los que el nativo de Parral se trasviste Dante, Rilke o Rimbaud, así como
la utopía cosmopolita que lo lleva a configurar una ciudad personalísima a
través de las ciudades que habitan su memoria, su sueño y su deseo, resultan
para ella contingentes, marginales, cuando no enteramente ajenos. Por el
contrario, el coloquialismo confesional pasado por el tamiz de la contracultura,
así como la experiencia erótica como privilegiada llave para desciframiento de
la realidad, resultan nítidos en varias estancias. Más que revelarle un
territorio desconocido, la influencia de Gaspar Aguilera permitió a Margarita
arrostrar con lucidez terrenos de interés y exploración que ya le eran de
antemano propios.
El temprano trato personal con
la tijuanense Rosina Conde, durante una época en la cual Margarita no había
elegido aún hacerse poeta, ayudó a transparentarle decisivos perfiles de lo que
a la postre sería su rostro poético. Entre los diecisiete y los treinta años,
Margarita se había elegido jefa de familia, madre, esposa, ama de casa. Nunca,
ni en presente ni en pretérito, podrá nadie aseverar que la escuchó renegando o
lamentándose por aquel período de su vida, por aquella circunstancia en la cual
se eligió. Pero si alguna sentencia saltaba recurrente a sus labios entonces
como ahora, era sin duda “buscar otras opciones”. Siempre hablaba de que había
que buscar otras opciones. Para ella, para sus hijos, para su pareja, para el
desconocido injustamente tratado en defensa del cual saltaba con ímpetu
flamígero a la menor provocación. Sostenida rebeldía y pendenciera solidaridad
ya desde ahí, la de aquella joven señora para con el anciano maltratado, la
mujer golpeada, el gay discriminado, el adolescente problemático, el niño de la
calle hostigado.
Esa búsqueda de alternativas
aun cuando su material sustancia no resulte todavía clara del todo, ese afán de
nombrar la existencia con palabras todavía por descubrir, que Frida Lara Klahr
identifica como rasgo definitorio para la lírica de Margarita, había comenzado
pues a desplegarse con plena transparencia mucho tiempo antes de que Margarita
llegara a escribir su primer poema. Para situar dicha disposición en frecuencia
específicamente literaria, el ejemplo y la influencia de Rosina Conde
resultaron decisivos. Sólo que aquí la palabra nunca ha estado separada de la
vida, lo originario no se ha deslindado nunca de lo inédito. Si la realidad se
renueva origen, es demandando el verbo que la nombre; si el verbo se adelanta
indómito hacia las patrias de lo todavía por ser, es para nombrando abrirle
espacio material a lo posible. Margarita Vázquez encontró en Rosina Conde una
mujer que era como ella y a la vez harto
diversa de ella, y que a través de su ser, estar y transitar delineaba nuevos
horizontes (abría nuevas opciones) para la mujer que ella misma deseaba ser. No
se trató de la única mujer fundamental para Margarita en ese sentido, hubo varias
otras. Pero el caso es que entre todas ellas Rosina atesoraba la merced de ser
mujer y además escritora. No creo exagerar si afirmo que Margarita terminó
haciéndose poeta gracias a la azarosa coincidencia, la fugaz relación, la
complicidad secreta y la íntima distancia sostenida con la mujer Rosina Conde,
la madre Rosina Conde, la escritora Rosina Conde. Rosina acababa de publicar
hacia esa época sus primeros volúmenes individuales, una plaquette de poemas y
un cuadernillo de viñetas narrativas autobiográficas. En ambos reconoció
Margarita prendas propias, de las cuales no volvería a desprenderse, y que más
adelante se erigirían perdurables rutas de sus propios trabajos literarios. Por
un lado, la reivindicación de una identidad femenina labrada a contracorriente
con sincopadas cadencias de blues, jazz y rock; por otro el leitmotiv erótico
como tema nodal. Elementos que, tal quedó ya apuntado, se consolidan como
rasgos definitorios bajo el influjo de Gaspar Aguilera.
Otra influencia decisiva para
la escritura de Margarita, sin la cual su fisonomía poética resultaría
radicalmente distinta, es la de Daniel González Dueñas. Además de la lectura de
su obra, dicha influencia deriva de un taller impartido por el escritor en
Morelia hacia fecha tan temprana como 1986, justo durante el período donde
Margarita se hallaba iniciando camino en la literatura. Un capítulo de su
autobiografía consigna la experiencia en los siguientes términos:
…entrar
en un estado de receptividad para llevar a cabo ejercicios de escritura, a
partir de captar ese instante privilegiado que otorgan las palabras, donde la
intuición nos lleva a otras formas de ver las cosas, donde el poema consagra un
instante en el que algo pasó. [4]
Taller de disciplinada
afinación del universo perceptivo como punto de inflexión para escribir, que a
su turno fascinó a Margarita tanto como repelió a otros, por demandar
exigencias propias de los talleres escénicos, incorporando rutinas corporales,
respiratorias y sensoriales. Si la huella de aquella experiencia y el eco de la
poesía de González Dueñas no resultan perceptibles en los tres primeros
conjuntos de poemas de Margarita (Asómate
a la ventana, La dimensión de los
cuerpos, Entrega para hombres de sal),
a partir de La imagen en el agua resultan inequívocos. No se trata de un mimetismo estilístico ni
temático, sino de algo infinitamente más esencial y sutil: una peculiar
disposición en común para asomarse a la realidad dentro y fuera del poema.
Es ahí donde la lírica de
Margarita pasa a adquirir sus potencias más depuradas. Ya no sólo la legítima
enunciación de su propia experiencia vital para reinventarse y habitarse
individualmente, sino la capacidad para reinventar y compartir estancia
habitable el universo entero a partir de enunciar todo lo mirable, a partir de
mirar todo lo enunciable, con especial predilección por lo más pequeño, lo más
cotidiano, lo en apariencia más insignificante. Matizando las palabras de Frida
Lara Klahr, diríamos que ya no sólo se trataba de que Margarita hiciera eterno
su presente y de que su realidad fuera nombrada por primera vez. Era el
presente todo lo que en su poesía pasaba a hacerse eterno, era la realidad toda
la que cabía advertir nombrada por primera vez; como corresponde a la maestría poética cuando ha trascendido la llana —sin importar cuán competente—
confección de versos.
El silencio editorial de
Margarita durante las últimas dos décadas transparenta toda su gravedad ante
los ojos de quienes hemos tenido oportunidad de asomarnos al acervo inédito que
ha venido acumulando durante dicho período. La temática erótica y amorosa, que
en algún momento amagó fijarse como eje totalizador de su obra, gradualmente
pasó a incorporarse apenas como un elemento de exploración más entre muchos
otros, hasta finalmente ocupar un sitio periférico, marginal. La poesía de
Margarita constituye hoy un universo vivo y depurado, cotidianamente
enriquecido. Un universo donde el rasgo dominante hay que buscarlo en la
limpidez de la mirada y la concisión del decir, como estrategias para continuar
refrendando prodigio la reversible dialéctica entre realidad originaria y
palabra inédita, lúcidamente detectada a su turno por Frida Lara Klahr.
Patrimonio que sin lugar a dudas demanda, amerita aquilatarse más allá de su
círculo de fidelidades personales más próximas. Las vísperas de sus siete
décadas de vida, sus cuatro décadas como poeta y moreliana, que habrán de
celebrarse este 2024, resultan sin duda el escenario más idóneo para ocuparse
de ello.
III
Para acercarse a la poesía de Margarita, dos enlaces:
[1] Klahr, Frida Lara. “Origen y poema. O
el arte del encantamiento en la poesía de Margarita Vázquez”. Introducción a La imagen en el agua de Margarita
Vázquez Díaz (SECUM, 2005).
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Vázquez Díaz, Margarita. Margarita (IMC, 2004).