Reza el lugar común que
la mejor manera de homenajear a un poeta es leer su obra. Sin embargo, esa
buena voluntad puede topar en el camino con diversos escollos para materializarse.
Por supuesto, la principal condición para que un poeta pueda ser leído tiene
que ver antes que nada con la disponibilidad de los libros que escribió.
¿Cuáles son los volúmenes
indispensables para tener una panorámica completa del legado poético de Gaspar
Aguilera? Se trata de una pregunta menos sencilla de responder de lo que podría
parecer en primera instancia. En buena medida, debido a la ingente tarea que
representa agenciarse todos los títulos enlistados en solapas, contraportadas,
referencias y fichas bio-bibliográficas diseminadas por aquí y por allá. Pero también como consecuencia del inercial
automatismo con que suele reproducirse la información incluida en dichas
fuentes, sin cotejar lo exacta o lo inexacta que pueda resultar.
El desliz más recurrente
consiste en enlistar juntos, indistintamente, poemarios originales y
recopilaciones elaboradas a partir de poemarios previos. De tal suerte,
encontramos fichas donde por ejemplo se otorga el mismo estatus a Zona de derrumbe (1985), Los siete deseos capitales (1982) y La
ciudad y sus fantasmas (1991), siendo a su turno el primero un libro inédito,
y plaquettes recopilatorias las otras dos. Hay listas que, por incluir la
antología Los ritos del obseso de
1999, juzgan ya innecesario mencionar el volumen individual del mismo título,
aparecido en 1987. Hay semblanzas donde se enumeran sin hacer distingos los
poemarios junto a trabajos de distinto linaje, como los volúmenes ensayísticos o
la coordinación de antologías. Varias recopilaciones, por las razones que hayan
sido, no se identifican a sí mismas como tales a través de una presentación, un
prólogo o un subtítulo, muchos menos mediante referencias puntuales respecto a la
fuente de procedencia de cada texto.
De ninguna manera puede
hacerse tabla rasa para responsabilizar de este tipo de situaciones (por lo
demás normales e inevitables en el ámbito literario) al descuido y al desaliño.
La obra de un poeta es un organismo vivo, y hay todo tipo de elecciones y azares
involucrados en la incubación de sus insondables misterios editoriales. Pensemos
por ejemplo en Imperfección del mundo,
un poemario que no se publicó jamás como tal, y que sin embargo Gaspar eligió
incorporar a la antología publicada en 1999 por Siglo XXI, junto a selecciones
de Los ritos del obseso, Tu piel vuelve a mi boca y Diario de Praga, dejando en cambio fuera por completo sus dos libros
inaugurales: Pirénico y Zona de derrumbe.
Aventurando un esbozo
general de la producción poética que Gaspar llevó a imprenta a lo largo de su
vida, con omisión de antologías y recopilaciones, y en espera de potenciales
volúmenes póstumos, me parece que podemos hablar de nueve poemarios propiamente
dichos. O en todo caso, de nueve poemarios y medio, para incluir también Imperfección del mundo. Primero,
aquellos encargados de abrir el corpus gaspariano: la plaquette Informe de labores, de 1981; Pirénico, primer libro en tanto tal,
publicado en 1982; y Zona de derrumbe,
de1985. Enseguida, los cuatro títulos que a mi juicio integran la obra mayor de
nuestro poeta: Los ritos del obseso, de
1987; Tu piel vuelve a mi boca, de
1992; Diario de Praga, de 1995; y Los últimos poemas de Dante, de 2004;
más Imperfección del mundo,
incorporado como ya se dijo a la antología Los
ritos del obseso de 1999. Finalmente, dos obras dadas a la luz por Gaspar
durante su última década de vida: Historia
de todas las cosas, de 2011; y Presencia
del naufragio, de 2019. Dejo fuera Coloraturas
y silencios, aparecido en 2010, por resultarme imposible establecer la
cantidad de inéditos que incluye junto a los varios textos recuperados de
libros previos.
La lista de poemarios
originales de Gaspar Aguilera, quedaría configurada así de la siguiente forma:
2. Pirénico.
3. Zona de derrumbe.
4. Los ritos del obseso.
5. Tu piel vuelve a mi boca.
6. Cuaderno de Praga.
6 ½. Imperfección del mundo
7. Los últimos poemas de Dante.
8. Historia de todas las cosas.
9. Presencia del naufragio.
Otro de los lugares
comunes correspondientes a eventos como el que hoy nos reúne, consiste en aprovechar
la coyuntura para emplazar a las autoridades e instituciones presentes, a fin
de que se comprometan a editar la poesía completa o la poesía reunida del autor
homenajeado. No tengo noticia de que ninguna poesía reunida ni ninguna poesía
completa haya sido concretada a partir de semejantes emplazamientos. Y resulta
enteramente natural. Conseguir, capturar, agrupar y organizar crítica y
editorialmente el legado poético de toda una vida, máxime si se trata de una
vida tan fecunda como la de Gaspar, supone un enorme trabajo, que sólo desde
circunstancias extraordinarias podría generarse dentro del seno de una
institución no consagrada a la investigación. Lo habitual, lo lógico —me
atrevería a decir lo sano— es que semejantes iniciativas sean concebidas, generadas
y acometidas de manera independiente, para entonces sí buscar el eco, la
complicidad, el involucramiento y el apoyo del ámbito institucional.
No de otra manera ha podido
materializarse el homenaje nacional que hoy aquí inicia, y que durante las
siguientes semanas, a un año de la desaparición física de nuestro poeta, procurará
celebrarlo y honrarlo en su justa medida, abonando a la necesaria utopía de que
sea leído en todas las multiformes magnitudes del término. Un significativo
número de miembros de la comunidad literaria, principalmente asentada en
Michoacán, pero a la cual no podemos dejar de añadir importante participación “foránea”,
como la de Lucía Rivadeneyra, Alain Derbez, Hermann Belinghausen y Marco
Antonio Campos, se ha reunido, se ha organizado, ha diseñado y gestionado
actividades que van de la escritura de textos analíticos a la realización de
conversatorios, de la impartición de conferencias magistrales a la gala
musical, de la divulgación de la bibliografía más fácilmente disponible a la
recuperación de materiales de difícil acceso. Es a esa iniciativa gremial y
ciudadana a la que diversas instituciones, encabezadas por la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Secretaría de Cultura de Michoacán y
la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL han sabido sumarse.
Pensar a futuro la
necesaria publicación de la poesía reunida de Gaspar, tendría que ser sin duda un
proyecto del mismo tenor. Pero hay pasos
sólidos que desde lo inmediato pueden comenzar a sembrar en esa dirección.
Dentro de tres semanas,
durante la jornada final de este mismo homenaje en la ciudad de Morelia, será
presentada la segunda edición de Pirénico,
publicada por la Secretaría de Difusión Cultural de la UMSNH. Como ya se dijo,
tras el debut editorial de Gaspar con la plaquette Informe de labores, se trata como tal de su primer libro de poesía.
Hallándose agotado desde hace muchos años, ponerlo a disposición del público
lector resultará sin duda de enorme importancia. De la misma manera en que
asumió y llevó a buen puerto este compromiso editorial, acaso no resultaría
descabellado proponer que la propia Universidad Michoacana, la Secretaría de
Cultura de Michoacán, el INBAL, o incluso todas estas instituciones trabajando de
manera coordinada, pudieran plantearse dar continuidad a la reedición de
aquellos poemarios de Gaspar hoy inaccesibles.
Una nueva edición de Los ritos del obseso y Tu piel vuelve a mi boca como piezas
autónomas, sería harto deseable, si bien de alguna manera el acceso a ellas se encuentra
resguardado por la inclusión de buena parte de sus poemas en la antología de
1999. El hueco de verdad crítico a subsanar en primera instancia, corresponde
según mi juicio a Zona de derrumbe. Poemario
que el autor consideraba parte de su etapa de formación como poeta, pero que
representa un punto de quiebre central dentro de su travesía creadora.
Si dentro de un año el
siguiente homenaje a Gaspar Aguilera pudiera incluir, ya materialmente
concretada para presentarse, una segunda edición de Zona de derrumbe —mejor aún si se tratara de una edición crítica—
creo que podríamos congratularnos de continuar con buen pie por el camino de
ese lugar común al que aludí de inicio: la mejor manera de homenajear a un
poeta es leerlo… y posibilitar que sea leído.
Texto leído en el Homenaje Nacional a Gaspar Aguilera, realizado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el 23 de octubre pasado.
Fotografías: Gaspar en 1996, por Rogelio Cuéllar.